Este texto es un collage hecho con los deseos que muchas mujeres verbalizan en mis talleres y consultas cuando hablan de su relación de pareja, especialmente en el terreno sexual.
Que me toques el alma, eso es lo que te pido a gritos desde hace tiempo.
Que abandones el refugio caduco del ser que ya no eres y me veas.
Que me acaricies por debajo de la piel, no sólo tengo pechos y genitales.
Hay otras partes de mí hambrientas de ti, que quieren ser tocadas también.
Tengo puntos h, i, j, k…
Me gusta sentir a veces tu protección afectiva, no sólo la profiláctica.
Contar contigo, no el número de polvos que hemos echado este mes.
Que desees escucharme tanto como desnudarme.
Necesito que comprendas que mi cuerpo es sagrado, un templo con acceso restringido a quien yo elijo.
Se abre y te deja entrar en él cuando tú también te abres, cuando respetas y valoras ese espacio íntimo que nos fusiona.
Me gustaría que me empotraras con palabras habitadas, verdaderas, con miradas intensas y profundas capaces de penetrar en mis entrañas y de fundir todos mis escudos.
Mírame entera, sin asustarte porque no soy la mitad de nada, me he elegido a mi antes que a ti y no te necesito.
Comprométete a conocerte y serte fiel a ti primero para poder ser siempre libre conmigo.
Se transparente, ven a mí sin escondrijos ni falsas promesas, sin pasado ni futuro, sin expectativas.
Habla sin miedo, desecha todos tus disfraces, exponte vulnerable, no tienes que demostrarme nada.
Se acabó el ocultar tus heridas, contener tus lágrimas, cazarme y proveerme tú.
No temas mi lado salvaje cuando salga y quiera jugar a devorarte.
Déjame regalarte flores alguna vez, abrirte la puerta y sostenerte con mis músculos emocionales.
Reclamo encendernos la pasión y expulsar la compasión, abolir las viejas costumbres y desconectar nuestros pilotos automáticos.
Construyamos y exploremos nuevas rutas donde encontrarnos.
Te añoro despiert@, consciente de que somos espejos donde reflejarnos, la oportunidad que la vida nos dio para reconocernos y repararnos.
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